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Foto del escritorRoberto Quintero

LEYENDAS DE SONORA… EL CEMENTERIO DE ALAMOS

Para continuar nuestra serie ahora nos trasladamos al Pueblo Mágico de Álamos, un lu

gar lleno de historias y leyendas que han trascendido el tiempo y la historia.


En Álamos espantan, eso lo sabe cualquiera que haya vivido ahí. En aquel lugar se han contado, desde su fundación, historias de misterio y terror. Hace pocos años, esta costumbre se vio incrementada por los terroríficos hechos que han tenido como escenario el Panteón Municipal.


El cementerio de Álamos se encuentra en un paraje solitario, a orillas de la ciudad. Es considerado monumento histórico. Fue abierto en 1794 y, según el Instituto Nacional de Antropología e Historia, muchas de sus mil 200 tumbas son de finales del siglo XVIII.


Cuentan quienes lo han presenciado, que sombras y seres extraños rondan el lugar, a la medianoche, en medio de una neblina inexplicable. Llevan extrañas vestimentas que los cubren de pies a cabeza. Algunos bailan, como si no tuvieran huesos, sobre muros y entre tumbas, al tiempo que gruñen y aúllan. Otros se sientan en círculo alrededor de una hoguera; lo más escalofriante es cómo ríen y chiflan.


Después de hacer todo lo anterior, llega una calma extraña. Los monstruos permanecen tranquilos y con la mirada fija en una dirección. De vez en cuando el silencio es roto por breves estallidos de fuertes carcajadas.


Se dice que cierta noche, un hombre decidió ir a ver lo que sucedía en realidad, pues son demasiadas las historias que se cuentan sobre este cementerio. Así que se armó de su teléfono celular con cámara y fue a esconderse detrás de un gran árbol para que los espíritus no lo vieran.


¡Mala idea! En cuanto comenzó el fantasmagórico ritual, dos sombras se pusieron detrás de él y comenzó a elevarse. Para su fortuna, también iba armado de un crucifijo que sacó de inmediato. Los fantasmas lo soltaron, pero al caer se lastimó el tobillo. Esto no le importó, porque era tanto su miedo que apenas sintió algún dolor.


Los extraños seres, al darse cuenta de lo que estaba sucediendo, fueron detrás de él, pero el hombre, muy listo, se puso el crucifijo en la espalda, lo que mantuvo a los seres a cierta y salvadora distancia.


Lo que contamos más arriba es lo que alcanzó a ver y lo que le narró a sus amigos. Por desgracia, el valiente murió días después y en la caída destrozó su teléfono celular, por lo que no hay evidencia de su relato.


Por desgracia, se cuenta que en ese cementerio están los cuerpos de quienes murieron en una epidemia de cólera y, se dice, que cada uno de ellos está buscando un alma para atormentar… ¡en venganza de lo que ellos sufrieron!


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