LA QUEMA DE JUDAS: UNA TRADICIÓN DE FUEGO, FE Y CRÍTICA SOCIAL DURANTE EL SÁBADO DE GLORIA
- Roberto Quintero
- hace 1 día
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Durante el Sábado de Gloria, en numerosos países con tradición cristiana —particularmente en América Latina y España— se lleva a cabo uno de los rituales más emblemáticos y cargados de simbolismo de la Semana Santa: la quema de Judas. Esta práctica ancestral combina elementos religiosos, culturales y sociales, convirtiéndose en una celebración que trasciende el tiempo y evoluciona con cada generación.
La ceremonia consiste en prender fuego a un muñeco confeccionado con materiales inflamables como cartón, trapos o papel, que representa a Judas Iscariote, el apóstol que, según los evangelios, traicionó a Jesucristo por treinta monedas de plata.
Un ritual con raíces medievales
El origen de esta tradición se remonta a la Edad Media europea, cuando la Iglesia utilizaba representaciones teatrales para enseñar pasajes bíblicos a una población mayoritariamente analfabeta. Judas era presentado como símbolo de traición y, como castigo simbólico, su figura era ridiculizada o destruida al final de las dramatizaciones.
Con la llegada de los colonizadores españoles a América, esta costumbre fue incorporada al proceso de evangelización, fusionándose con prácticas indígenas preexistentes. En México, por ejemplo, los frailes aprovecharon la figura de Judas para representar la purificación de los pecados, integrándola a las celebraciones del Sábado de Gloria y asociándola también con el inicio del ciclo agrícola de primavera.
Purificación y celebración
Aunque la quema de Judas se realiza principalmente el Sábado de Gloria, en algunas regiones se extiende hasta el Domingo de Resurrección. Esta ceremonia marca el fin del duelo por la crucifixión de Cristo y da paso a la alegría de su resurrección.

El muñeco, a menudo de gran tamaño, está elaborado con cartonería, aserrín o tela, y muchas veces es rellenado con pólvora o cohetes para convertir su destrucción en un espectáculo visual y sonoro. Su quema simboliza la eliminación del mal, la traición y los pecados del mundo, en un acto de catarsis colectiva.
De lo bíblico a lo político
Con el paso del tiempo, la figura de Judas ha dejado de ser exclusivamente religiosa. En muchas comunidades, el muñeco toma el rostro de personajes públicos —como políticos, empresarios o celebridades— señalados por la sociedad como corruptos o injustos. De esta forma, la tradición se convierte también en un canal de crítica social, donde la indignación popular se expresa a través del humor, la sátira y el simbolismo.
La quema de Judas sigue viva y vigente, no solo como una expresión de fe, sino también como una manifestación cultural que refleja las preocupaciones y el espíritu de cada época.